Usualmente hay un punto ausente en la discusión sobre las implicaciones de la incorporación de la mujer en el mercado laboral y cuyo interés atañe a todos. Este se refiere al impacto que podría tener la inserción laboral de las mujeres en la iniquidad de la riqueza.
Para explicar este punto, empiezo por referirme a Thomas Piketty, economista francés que ha generado mucho debate en relación a la desigualdad económica. A manera de ilustración expone que una pareja que tenga diez hijos estaría motivada a dividir su riqueza en el mismo número de porciones (capítulo dos del libro el Capital en el Siglo XXI). Por ello, la influencia de la riqueza heredada se vería disminuida en comparación con una pareja que tenga menos hijos.
Ahora consideremos el hecho de que las mujeres que trabajan tienen menos hijos de los que desean. Para el caso guatemalteco, los datos de la World Values Survey indican que, en promedio, una guatemalteca considera ideal tener tres hijos. Sin embargo, el 60% de las mujeres que trabajan a tiempo completo en Guatemala ha tenido un número menor de hijos del que considera deseable.
Evidentemente, los datos de la encuesta no permiten inferir si esta decisión se debe al hecho de participar en el mercado laboral. Empero, cuando una mujer trabaja, contribuye al ingreso de un hogar y consecuentemente a la acumulación de riqueza que será heredada entre un número menor de hijos del que deseaba. Por otro lado, las mujeres que no trabajan podrían experimentar una situación opuesta. Por ello, la inserción no generalizada de mujeres en el mercado laboral podría acrecentar la desigualdad.
Más allá de cuestionar a las mujeres sobre el número de hijos que quieran tener y sobre la decisión de una mujer de quedarse en casa o salir a trabajar –considerando que estas decisiones son personales y que no pueden clasificarse como incorrectas–, parece justo promover las condiciones para que las mujeres no se vean tan influenciadas por el mundo laboral en su decisión de formar y ampliar su familia.
Es decir, cada día más mujeres se integran al mercado laboral; sin embargo, lo hacen en condiciones más precarias que los hombres. Esto se denota, por ejemplo, por la brecha en el ingreso laboral reflejada en los resultados de la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos: en 2013, por cada Q100 que ganó un hombre en promedio, una mujer obtuvo Q84. Asimismo, hay mujeres que realizan trabajos no remunerados en una proporción mayor que los hombres y así podría continuar enumerando otros indicadores que muestran una situación más desfavorable.
Por lo tanto, las condiciones laborales deben ser más propicias para que las mujeres puedan trabajar mientras preservan la libertad para decidir qué familia quieren tener. De alguna manera, esto podría evitar un crecimiento de la desigualdad económica en el país.
Existen quiénes consideran que la iniquidad (por cierto, no existe la palabra inequidad) no es importante y que sería mejor concentrarse en la abolición de la pobreza pero para ello es necesario generar crecimiento. Entonces, a este respecto, es preciso citar un estudio del Fondo Monetario Internacional que indica que una menor desigualdad neta parece conducir a un crecimiento económico más rápido y más duradero.
Este artículo se publicó en la Revista PERSPECTIVA, disponible en:
http://www.perspectiva.com.gt/implicaciones-de-la-mujer-en-el-mundo-laboral/
Para explicar este punto, empiezo por referirme a Thomas Piketty, economista francés que ha generado mucho debate en relación a la desigualdad económica. A manera de ilustración expone que una pareja que tenga diez hijos estaría motivada a dividir su riqueza en el mismo número de porciones (capítulo dos del libro el Capital en el Siglo XXI). Por ello, la influencia de la riqueza heredada se vería disminuida en comparación con una pareja que tenga menos hijos.
Ahora consideremos el hecho de que las mujeres que trabajan tienen menos hijos de los que desean. Para el caso guatemalteco, los datos de la World Values Survey indican que, en promedio, una guatemalteca considera ideal tener tres hijos. Sin embargo, el 60% de las mujeres que trabajan a tiempo completo en Guatemala ha tenido un número menor de hijos del que considera deseable.
Evidentemente, los datos de la encuesta no permiten inferir si esta decisión se debe al hecho de participar en el mercado laboral. Empero, cuando una mujer trabaja, contribuye al ingreso de un hogar y consecuentemente a la acumulación de riqueza que será heredada entre un número menor de hijos del que deseaba. Por otro lado, las mujeres que no trabajan podrían experimentar una situación opuesta. Por ello, la inserción no generalizada de mujeres en el mercado laboral podría acrecentar la desigualdad.
Más allá de cuestionar a las mujeres sobre el número de hijos que quieran tener y sobre la decisión de una mujer de quedarse en casa o salir a trabajar –considerando que estas decisiones son personales y que no pueden clasificarse como incorrectas–, parece justo promover las condiciones para que las mujeres no se vean tan influenciadas por el mundo laboral en su decisión de formar y ampliar su familia.
Es decir, cada día más mujeres se integran al mercado laboral; sin embargo, lo hacen en condiciones más precarias que los hombres. Esto se denota, por ejemplo, por la brecha en el ingreso laboral reflejada en los resultados de la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos: en 2013, por cada Q100 que ganó un hombre en promedio, una mujer obtuvo Q84. Asimismo, hay mujeres que realizan trabajos no remunerados en una proporción mayor que los hombres y así podría continuar enumerando otros indicadores que muestran una situación más desfavorable.
Por lo tanto, las condiciones laborales deben ser más propicias para que las mujeres puedan trabajar mientras preservan la libertad para decidir qué familia quieren tener. De alguna manera, esto podría evitar un crecimiento de la desigualdad económica en el país.
Existen quiénes consideran que la iniquidad (por cierto, no existe la palabra inequidad) no es importante y que sería mejor concentrarse en la abolición de la pobreza pero para ello es necesario generar crecimiento. Entonces, a este respecto, es preciso citar un estudio del Fondo Monetario Internacional que indica que una menor desigualdad neta parece conducir a un crecimiento económico más rápido y más duradero.
Este artículo se publicó en la Revista PERSPECTIVA, disponible en:
http://www.perspectiva.com.gt/implicaciones-de-la-mujer-en-el-mundo-laboral/